miércoles, 18 de julio de 2007

El desarrollo social como concepto integral y de permanente inicialidad de los procesos sociales

Seguidamente usted podrá leer un ensayo en el que expongo lo que por desarrollo se entiende, desde la visión de Amartya Sen y lo que por cambio social propone Mireya Caldera. Desde estas perspectivas, se hace necesario abordar el tema de la descentralización como aparente camino para la globalización, oportunidad que se nos presenta como única para hacernos al ambiente mundial, utilizando para ello ejemplos concretos en nuestro contexto colombiano. Durante el abordaje de este tema, se valorará la pertinencia, las exigencias y los retos del mismo. Por último, reflexionaremos el concepto de desarrollo expuesto a la luz de la filosofía comprensiva de Hans-Georg Gadamer.

Iniciando nuestro primer propósito, para hablar de desarrollo, Amartya Sen nos comenta al respecto que existen dos tendencias. Ambas ligadas por el interés de propender por el progreso, distan utilizar métodos similares. Por una parte, tenemos lo que el autor en mención denomina BLAST. Desde esta perspectiva, el desarrollo se consigna en “sangre, sudor y lágrimas”, donde el interés básico y concebido como suficiente, es el económico, siendo por vía de la acumulación donde se pretende tal objetivo. A costa de lo sucedido en el pasado respecto a la crisis económica se considera que, no habiendo otra solución, lo que resta es velar por el poco capital que resta. De esta manera, se produce una dicotomía entre el orden económico y el bienestar, por cuanto a que no invierte en capital humano. Ejemplificando éste hecho, vemos cómo el Medio Oriente, como nos comenta Luis Eduardo Bosemberg, ha logrado su inserción en el ámbito mundial a través de la inversión en su capital humano.


Respecto a la otra perspectiva, Sen la denomina GALA, concibiendo el desarrollo como un proceso de apoyo comunitario, interdependiente donde el crecimiento económico se conjuga con el derecho político y civil en procura de un bienestar tanto personal como comunitario. Es un “proceso esencialmente amigable, donde se destaca la cooperación entre los individuos y para con uno mismo (...)” (SEN, Amartya p. 4).

En el texto Para entender el subdesarrollo, de Mireya Caldera, definen dos conceptos que nos permiten entender el desarrollo como en términos sucesivos, de continuidad. Todo desarrollo, desde esta perspectiva implica estar en relación con el futuro y tender a éste. Ahora bien, si está en relación con lo que se desea ser, implicará este compromiso un cambio. Por cambio se entiende "el resultado de la acción permanente de ciertas fuerzas que se puedan trazar históricamente y, hasta cierto punto, proyectar hacia el futuro" (CALDERA, Mireya p. 136).

Por otra parte, si ubicamos este concepto en relación a la realidad social, a lo que Husserl y Schütz denominan: Lebenwelt (la vida cotidiana), nos encontramos con el cambio social, representando éste, una variación en “los procesos, pautas, o formas sociales" (CALDERA p. 136). De esta manera, todo proceso social insta a concebirse como un proceso continuo en el tiempo, hacia una meta predefinida.

Dentro de la realidad de la globalización, el desarrollo social no es posible sin el factor económico, pero no es reducible a éste, por razones obvias que son designadas a la cultura[1]. A éste elemento constitutivo Alejandra Radl nos define desarrollo así:

(...) El verdadero desarrollo es aquel que coloca al hombre en el centro de este proceso y le otorga la posibilidad de acceder a una existencia más plena y más valiosa" (RADL, Alejandra p. I)

Ya es comprendida de mejor forma la frontera del orden económico en términos de desarrollo. Es la cultura la que organiza los elementos sociales, políticos y económicos en función de un proyecto comunitario. Los cientistas sociales de la fenomenología, como Kurt Lewin, Alfred Schütz, Peter Berger y Thomas Luckman coinciden desde su experiencia que la problemática con la que un observador social se encuentra está dada en comprender cómo es la dinámica de la sociedad previa a la creación y/o conciencia de un proyecto comunitario, ya que la pretensión de desarrollo debe seguir el curso de la realidad misma. El cambio social representaría una opción para quienes participan de dicha dinámica; de esta manera, todo hecho social, por consciente o inconsciente que sea tiene un proyecto. En términos de evaluación de tiempo, el retrazo cultural que nos plantea Caldera, respecto a la tesis de Ögburn es una realidad que hay que integrar, no que instigar. Según este autor la cultura "es una configuración total, compuesta de partes estrechamente interrelacionadas; esta totalidad constituye la sociedad" ( CALDERA, p. 142). De esta manera, la cultura es medio y fin del desarrollo social, quedando imposibilitado desde el principio la pretensión de denigrarla a un segundo o consecuente acto, producto del crecimiento económico. La cultura se nos presenta como condicionante del crecimiento social y, alternamente, como proveedora de herramientas sociales para dicho logro.

La problematización, según Radl yace en la manera cómo procedamos a instaurar la propuesta, y es justamente la planificación el método más acertado para proponerse dicho proyecto, ya que la idea de desarrollo brota de la historia misma de los participantes. De esta manera, todo desarrollo que se inicie debe llevar la consigna de la cooperatividad, en los términos de "mejorar la capacidad de los pueblos para lograr su propio desarrollo sostenible" (Radl p. 5).

La manera cómo llevar a cabo éste complejo proceso se puede descubrir identificando, como afirma Caldera, necesidades nuevas, insatisfacciones actuales, tipos de valores sociales dominantes, entre otros productos culturales, con el objeto de no dar inicio a un proyecto que únicamente es validado por quienes observamos sin relacionarnos con el espacio vital de quienes aparentemente requieren de nuestros servicios. De esta forma, garantizamos un cambio social significativo, el cual "afecta a la estructura de la sociedad y a muchas partes de ella" (CALDERA p. 138).

En nuestro actual período de transición, caracterizado por un dualismo social, una disociación de poder, una heterogeneidad cultural y una realidad social escindida en su orden cultural por cuanto a la demanda de la regionalización que permita definir los rasgos característicos de lo que es propio a una población, y por otra parte, la demanda de la globalización por integrarse a un proceso de homogenización exigido bajo la forma de la descentralización y apertura mundial, en confirmación de lo anterior, se nos presentan distintas teorías que coinciden en que la cultura es el obstáculo reflexivo que brinda a su vez las herramientas para su solución.

Si tomásemos la propuesta de Ögburn, tendríamos que afirmar que la cultura convida a un cambio desacelerado en el tiempo real, distinto, lo cual hace propio el crecimiento de una región. En las palabras quien lo presenta, se afirma lo siguiente:

“Permite determinar que ciertas partes de la cultura cambian más lentamente, originando rezagos que incrementan el grado de desintegración de los sistemas sociales y culturales” (CALDERA, p. 143)

Desde la teoría de la empatía de Lerner, tendríamos que afirmar que ésta [la empatía] se nos presenta como la “habilidad para imaginarse a uno mismo en el lugar de otro (...) y de comprenderle desde adentro (...) El hombre empático quiere participar en su sociedad " (CALDERA p. 143).

Lerner coincide con Ögburn en el sentido que no concibe de manera separada la coexistencia del desarrollo económico con el social y la estabilidad política, ya que de otra manera, estaríamos negando la manera cómo el mismo desarrollo económico está condicionado por la manera cómo los otros nos demandan especificidades a las cuales optamos por responder o no, dándose este proceso de socialización en doble vía.

Por otra parte, desde la propuesta de Marx, se hace mención a la dinámica de cambio en la que está inserta toda crisis social y política. Podemos hacer evidente este reconocimiento del elemento cultural en sus dos leyes, a saber:

Ley 1: "Ley de la correspondencia necesaria entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas" (CALDERA p. 144)

Ley 2: "Ley de la correspondencia necesaria entre la superestructura y la base económica" (CALDERA p. 144)

La perspectiva marxista concibe que entre estas dos leyes debe haber un equilibrio, mediado por una concepción dialéctica entre la una y la otra. La vía para que se de tal equilibrio está dado por la inalteración de los factores reales e ideales. De esta manera, “la conciencia social está determinada por las relaciones de producción” (CALDERA p. 144), y estas relaciones de producción se encuentran mediadas por la manera cómo se hacen vigentes y válidas en una cultural de tal manera que la crisis social no tenga lugar. Cabe resaltar que la crisis social para Marx representa un conflicto merecedor de atender, ya que denota la voz de un pueblo insatisfecho con una realidad no acordada entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas. Concebidas como dinámicas, si la base, que es la mencionada anteriormente, se afecta, afectará a la superestructura y la base económica.

Teniendo, pues, claro, cómo la cultura hace parte fundamental del proceso de desarrollo de una región, se hace pertinente en este lugar de atender al proceso de descentralización, y la manera cómo se debe concebir en nuestro contexto latino y más aún, colombiano.

Para hablar de la descentralización, se hace necesario entender qué es la centralización, y según la CEPAL, el proceso de la infraestructura económica básica sigue soportada en una política dependiente de la iniciativa de entes centrales, errando en no incluir ”ninguna política activa de empleo, suponiendo que el aumento del empleo resultaría de la ejecución de la política macroeconómica y de las política de modernización industrial” (CEPAL p. 209).

Sin embargo, cualquiera, desde una actitud natural pudiera decir que la solución a nuestra situación es motivar la descentralización, pero ésta, en América Latina “no ha respetado planamente uno de los criterios básicos (...) donde primero se definen las funciones y luego se asignan los recursos” (CEPAL p. 212), causando esto un endeudamiento local, entre otras.

La descentralización, pues, no consiste en concentrarse en la búsqueda de la distribución de funciones en materias de política social y de provisión en los servicios públicos, ya que sin el factor económico, así como la propuesta económica BLAST sin lo social no tiene futuro real.

Las ciudades que han llevado un proceso digno de conocer, mas no de imitarse son Antioquia, Pensilvania y Bucaramanga. Todas han logrado promover un desarrollo concebido en una propuesta integral donde se busca vincular el sector público y el privado, y en el caso de Bucaramanga, en particular, el sector académico. Estas alianzas estratégicas, son políticas que permiten en últimas, hablar en hechos y no palabras, de desarrollo social.

El proceso de la globalización al que nos vemos avasallados, nos exige, como cientistas sociales a detenernos reflexivamente en el tiempo para asumir el reto tal complejo como se nos presenta. Radl afirma que la desrregularización de los mercados es la exigencia más significativa del proceso de la globalización, al cual el llama mundialización.

Este proceso de mundialización, continúa Radl afirma que ha llevado a una pérdida de identidad cultural. Gergen afirmaría al respecto que este proceso ha llevado a quienes participan del mismo a una saturación de su identidad, creando tantos estímulos como identidades (multifrenia) que las regiones quedan en medio de la dicotomía planteada en inicio, ser lo que son potencializándolo culturalmente o adaptarse a las exigencias y ser todo para aumentar sus oportunidades de ingreso. Respecto a África Subsahariana, en la época de la postguerra, según comenta Juan Carlos Eastman logró convertirse en símbolo de manutención de sus ideales, ya que utilizaron como fortaleza eso mismo que deseaban derrocar: su cultura. Aunque no se exija por razones obvias a nuestro contexto cultural guiar a nuestra población a realizar lo mismo, nos deja claro que no es imposible, pero a razón de lo que falta en América Latina, y en particular, en Colombia, adolecemos de una nacionalidad que nos integre, no por culpa del Estado, sino de sus ciudadanos mismos que no nos hemos preocupado por integrar a nuestro presente y a nuestro proyecto, nuestra historia misma.

Pensando, ya para finalizar en los caminos de utopía que restan para seguir, estaremos prestos a considerar las consideraciones que autores mencionados proponen luego de describir la situación en la que estamos. Resta, diría Radl, comprometernos con la generación de un proceso de solidaridad que conlleve alternamente a un proceso de integración, donde la identidad cultural sea la característica que permita hacer competentes a quien ingresan a un mercado en el cual entran no con una identidad regional que los identifica, sino con un precio que les exige mantenerse. A esto habría que integrar lo que menciona Hugo Fazio Vengoa, cuando reconoce como ventaja la posición geográfica de América Latina en el nuevo sistema mundial.

Vamos llegando a puntos concretos. Uno a resaltar es la heterogenización que debe caracterizar de novedoso la competitividad, ya que los sectores que han logrado integrarse a el proceso de la globalización, han tenido éxito en la medida en que aportan desde lo que su historia misma les ha impreso en su cultura. No olvidemos que lo que permite una relación de cualquier índole, es justamente la diferencia.

Como otra alternativa, tenemos la planificación como una “técnica que sirve para elaborar políticas de una manera racional: el planificador elabora las alternativas y la autoridad política decide" (CALDERA, p. 148).

Queda claro pues, que no podremos promover un desarrollo social si no tenemos los significantes de cada contexto definidos por quienes los crearon. Sin embargo, se nos suma un argumento que nos invita a reflexionar sobre la concepción de desarrollo, con el objeto de integrarlo a la manera de sensibilizar sobre esta supuesta meta.

A esto, y con el objetivo de dejar más que una respuesta, un argumento que nos permita reflexionar sobre nuestro quehacer cotidiano, quien escribe desea traer a colación a Hans-Georg Gadamer, ya que es quien en la contemporaneidad de una obra que yace en el tiempo, más no en nuestra conciencia nos propone la reevaluación del concepto de desarrollo como aquello a lo que se tiende, o se aspira.

A este discurso se podría aunar lo que Caldera se refiere a la crítica de la modernización, cuando hace alusión a que la razón está obsoleta si como una entelequia se considera capaz, en sí misma, de dar respuesta a la realidad social[2].

Al respecto, Gadamer propone otro concepto en sustitución al de desarrollo, quien mejor que él mismo para afirmarlo:

(...) inicialidad. Llamamos ser inicial (...) a algo que aún no está orientado en este o aquel sentido, hacia este o aquel fin, ni tampoco de acuerdo con esta o aquella representación. Esto significa que aún son posibles muchas continuaciones -dentro de ciertos límites, por supuesto-. Quizá sea éste, y ningún otro, el verdadero sentido de "inicio". Conocer algo en su inicio significa conocerlo en su juventud, término con el que nos referimos, en la vida del hombre, a la fase en que aún no están dados los pasos concretos y determinados del desarrollo"[3].


En el orden de estas ideas, podríamos adjudicar a la última de las teorías revisadas (Teoría Ética) en el espacio académico que se construyó en torno al significante de desarrollo social, el hecho de que si concebimos tal sustitución, podríamos abrir las oportunidades del cambio social a una realidad desde la cual se proyecta una problemática en su solución, pero en su trayecto pueden ser muchos los nuevos horizontes sobre los cuales la realidad humana, propia de su devenir histórico y dialéctico, puede repensarse y volverse a proyectar, sin ser esto alusivo a una pérdida del camino del progreso integral. De esta manera, garantizaríamos la preocupación que manifiesta el documento de la CEPAL, mencionado anteriormente, en cuanto a que definiríamos los recursos de acuerdo al orden cultural, siendo subsiguiente y consecuente, el condicionamiento de las funciones. Sería, pues, orden de consenso permanente, y no de capricho oscilante, lo cual enardece mucho más el compromiso de quien desea participar como guía de los procesos de un contexto ávido de identidad, pero necesitado de integrarse al sistema mundial.





BIBLIOGRAFÍA



CALDERA, Mireya. Para entender el subdesarrollo. Monte Avila. Texto de Apoyo en Especialización en Desarrollo Social. Universidad del Norte.

Estudio de caso en Colombia. CAPÍTULO VII. Tomado de la CEPAL.

GADAMER, Hans-Georg. El inicio de la filosofía occidental. España: Paidós Studio. 1999.

La dimensión cultural, base para el desarrollo de América Latina y el Caribe: desde la solidaridad hacia la integración. Alejandra Radl. Textos de Apoyo en Especialización Desarrollo Social.

SEN, Amartya. Teorías de desarrollo a principios del siglo XXI.


CITAS

[1] "(...) es un concepto estrictamente económico que aparece como una condición necesaria, pero no suficiente, para el desarrollo (...)". CALDERA, Mireya. Para entender el subdesarrollo. Monte Avila. Texto de Apoyo en Especialización en Desarrollo Social. Universidad del Norte. p. 137.
[2] "(...) cuando una teoría uso sólo conceptos formales abstractos (...) pierde su poder explicativo" CALDERA, Mireya. Para entender el subdesarrollo. Monte Avila. Texto de Apoyo en Especialización en Desarrollo Social. Universidad del Norte. p. 141.
[3] GADAMER, Hans-Georg. El inicio de la filosofía occidental. España: Paidós Studio. 1999. p. 22

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