miércoles, 18 de julio de 2007

La investigación como instrumento emancipatorio

Abordar algunos elementos de la relación del quehacer investigativo en el contexto colombiano, será el objetivo de este breve ensayo, pero antes de aportar en concreto lo que considero el credo del investigador, realizaré un rápido recorrido de la historia del pensamiento donde se constata la veracidad de los planteamientos de Habermas respecto a la relación entre conocimiento e interés, de la que no se excluye nuestro contexto.

Respecto a la historia del pensamiento, debemos dejar claro que la capacidad de mantenerse como observador es un mérito que debe conjugarse con la doble prudencia de saber qué hacer con lo observado, en términos de organización y validación, y por otra parte de comunicación. Ya Habermas en su clásica publicación, Conocimiento e interés nos dejó sentada la labor reflexiva del quehacer investigativo; una labor que integra dos elementos de la naturaleza humana: el interés personal, y el conocimiento que del proceso investigativo resulta, como dos elementos indisolubles.

Por siglos ha sido larga la disputa entre estos dos elementos que en la actualidad parecen reintegrarse, pero si brevemente retomáramos la historia descubriríamos en su interior cómo ambos elementos han dado respuesta conjuntamente a los problemas y motivos de la época.

La época antigua, por ejemplo, nos dejó el legado presocrático, ático y helénico en sus diferentes formas, de la importancia del uso de la razón en nuestro proceso cotidiano, como prebenda de confrontar los temores que proyectábamos al exterior como demonios.

Si echamos un vistazo en el transcurso de la historia del pensamiento descubriremos que cada una, fue guiada, independientemente de la valoración de sus aportes a la ciencia, por su cultura. Cada cultura definía el tipo de conocimiento que deseaba y la manera cómo lo alcanzaría. De esta manera podríamos ver cómo en los presocráticos se caracterizaron por la observación, al ser su interés el arce o principio de la naturaleza. Por otra parte, podemos ver cómo en la Edad Media se desvalorizó en gran medida el interés por la naturaleza, considerándola portadora de lo demoniaco por sus fundamentos neoplatónicos, centrando su interés en la trascendencia de la misma: Dios, quedando vetados como herejes quienes intentaran utilizar la razón para contradecir los fundamentos cristianos. Toda búsqueda de conocimiento era una manera de buscar los significados divinos que se ocultaban a la vista de la naturaleza humana. Si hablamos de la Edad Moderna, terreno que preparó de alguna manera el Renacimiento, vemos cómo el precursor de la misma, Descartes, revalora el interés por el conocimiento racional, pero ya no como los presocráticos, por el hecho de que desacredita los sentidos como medios válidos para tal pretensión, siendo la misma razón la encargada de esta responsabilidad epistemológica. El dualismo cartesiano demarcó aun más la brecha que en la actualidad se busca resarcir, a pesar que permitió el surgimiento de las ciencias, pero unas ciencias, en palabras de Ferro, "sin percipiens", sin sujeto.

Entrando al contexto colombiano, y haciendo alusión al mito de Prometeo, podemos ver cómo éste símbolo se puede asociar con la labor del investigador colombiano, ya que la centralización del gobierno en sus procesos políticos de inversión social la caracterizan como no pertinente; el Estado queda, entonces, simbolizado por los dioses que negaban a los hombres la libertad que significaba poseer el fuego, el reconocimiento de sus capacidades, su identidad nacional, la cual está enraizada en nuestros predecesores precolombinos.

El investigador de nuestra realidad debe, pues, comprometerse a poner su interés personal y su destreza de construir conocimiento al servicio de la identidad nacional, ya que sin ella, las organizaciones hegemónicas constituirán los dioses a los cuales sólo se debe un país con unas brechas sociales que cada vez se profundizan más.

En materia de lo que considero el deber ser del investigador colombiano, con base a lo afirmado anteriormente, veo constituido un credo en torno a tres labores fundamentales, a saber: culturizar las tecnologías que se buscan implementar buscando que éstas, en lugar de ser enemigas del bienestar social, se conviertan en aliadas del mismo; por otra parte se le demanda crear espacios comunicativos donde se valore el conflicto como una fuente válida para reconocer en las diferencias la riqueza comunitaria; al respecto Martin Buber afirma que la comunidad "no es nunca estado de ánimo [sino] que es siempre sentimiento de una organización"; y como si fuera poco debe integrarse en la labor de analizar las conciencias ideológicas que sustentan el quehacer del colombiano en todos sus lugares, con el objeto de deconstruir una identidad que si bien está apropiada en el colombiano, no se es consciente de ella.

Pensar, observar, sentir, interpretar, integran el quehacer de un investigador en la actual época, pero en nuestro contexto hay que empezar por lo que adolecemos, si deseamos que lo que proyectamos tenga espacio de goce, a saber: nuestra Identidad Nacional. Si bien nuestra formación disciplinaria se fundamenta en modelos europeos y norteamericanos validados universalmente, Colombia debe ser el lugar donde las teorías, en lugar de confirmarse, se deben reescribir, y esta es nuestra labor.

De esta manera, el afán por objetivizar el proceso de investigación de las ciencias sociales, pretendiéndolos validar de igual manera como las ciencias exactas lo hacían, fue borrando los rostros de los sujetos participantes en el proceso investigativo. Desde mi formación disciplinaria de psicólogo y desde mi quehacer social más específicamente, se valora, entonces, al sujeto y/o la comunidad, como quienes validan, llenan de contenidos y facilitan el proceso. Es así como la investigación se convierte en un espacio reflexivo desde el cual se procura tomar distancia para construir oportunidades contextuales para hacer de las crisis momentos precisos de desarrollo.

Son pues, los dos intereses que se conjugan en la labor investigativa propios de un dar respuesta a dos elementos aparentemente irreconciliables: por un lado, la globalización, que empuja al país a una internacionalización de la cual aún no reconoce su papel por la ausencia del factor siguiente, y la identidad nacional, que por la indiferenciación de características que la conforman, no se ha logrado hacerse a su propio proyecto. Las respuestas y las preguntas que de ellas saldrán, permitirá que nuestra labor no carezca de pasión, pero tampoco de contexto.

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