miércoles, 18 de julio de 2007

Una manera diferente de hablar de progreso: Culturización de las técnicas

Reseña

Fecha de elaboración: 11 de Octubre de 2002

Autor del libro: AMAR AMAR, José. La Región Caribe y la hipótesis del retraso cultural. Texto inédito.

Resumen:

En el siguiente texto, Amar expone la hipótesis del desarrollo cultural de William Ogbün en relación con la Región Caribe, desde el cual define dos factores que caracterizan e identifican el proceso de modernización, a saber, los elementos materiales e inmateriales de la cultura. La Región Caribe, según el autor, es una región que se define desde esta postura como en progreso material, pero en estancamiento inmaterial, razón que explica el atraso. Las metas que se proponen para dar respuesta a esta demanda de modernización se enmarcan en la reestrucción del sistema educativo que promueva individuos más competentes, quien escribe hace un aporte sobre la labor que podría desempeñar un investigador en este contexto, y su funcionalidad, desde una lectura histórica.

Glosario:

Retraso cultural: período de desajuste evolutivo entre las diferentes partes que conforman la cultura que aspiran a modernizarse.

Conductas adaptativas: cambios materiales apropiados rápidamente por los cambios inmateriales.

Culturas adaptativas: representan la manera cómo las condiciones materiales de vida son integradas por los miembros de la cultural.

Región inteligente: en una organización representa el desarrollo de innovación, adquisición y transmisión de conocimiento, además de la capacidad de adaptarse culturalmente a estas nuevas ideas.

Contenidos:

Al hablar de retraso cultural, el autor centra su análisis sobre la concepción que de este tiene William Ogburn, el cual define tal fenómeno como un período de desajuste evolutivo entre las diferentes partes que conforman la cultura que aspiran a modernizarse. A esto afirma:

"(...) los diferentes elementos de la cultura moderna no cambian al mismo ritmo: unos lo hacen más rápidamente que otros" ( AMAR, p. 1)

El reto ante estos procesos de modernización se centra, entonces, en la eficiencia de realizar los reajustes culturales. Para entender más a fondo esta realidad, Ogburn la descompone en dos elementos que se interrelacionan, resutando del estancamiento de uno de ellos el retraso, a saber: elementos materiales de la vida, como casas, fábricas, materias primas, entre otros, y elementos inmateriales de la cultura, como lo son las normas, los sistemas de creencias, conocimientos, etc. Según Amaya Pulido, estas últimas se apoyan en las instituciones formales e informales:

“Las instituciones son las limitaciones formales (normas, leyes) e informales (costumbres, tradiciones, valores) ideadas por el hombre para garantizar la convivencia y el desarrollo de los miembros de la sociedad en todos los ámbitos (AMAYA, 2001 p. 568).

Desde la nación moderna, la comunidad se forma sobre los siguientes tres pilares: territorio, vida económica y sociológica. En Colombia, la normatividad ha estado en función de los intereses de quienes nos gobiernan, realidad desde la cual se nos facilita comprender la laxitud de la misma y la desconfianza que los colombianos sienten hacia ésta:

“El Estado en sí presentaba peligrosas debilidades en muchos aspectos y su legitimidad seguía siendo cuestionada por muchos colombianos, no solamente por la pequeña minoría que conformaba la resistencia activa” (BUSHNELL, 1997 P. 386)

Entre estas dimensiones se concebirá una dialéctica en la medida en que surjan conductas adaptativas y culturas adaptativas; las primeras consisten en "cambios materiales (...) apropiados rápidamente por los cambios inmateriales" ( AMAR, p. 2) y las culturas adaptativas representan la manera cómo las "condiciones materiales de vida son integradas por los miembros de la cultura (...)" (AMAR, p. 2). En nuestra situación colombiana, el desajuste, nos comenta Amar, está entre el crecimiento de la educación superior y el crecimiento de la economía. Por ejemplo, la identidad Nacional está soportada en un proyecto Nacional, que está soportado a su vez, por una ideología. Amaya confirma lo afirmado diciendo que “[el] nacionalismo constituye una especie de noción secularizada de inmortalidad y trascendencia, que echa profundas raíces emocionales al dar dimensión de sentido a la muerte y al sufrimiento (...)” (AMAYA, 2001. P. 166).

Ahora bien, de acuerdo a la descripción de hechos característicos del atraso cultural en la región Caribe tenemos que ante la demanda que hace la globalización en la transformación societal, en trascender las esferas políticas, sociales y culturales, a través de la era de la información la economía regional se encuentra encuadernada en una economía de tipo global, sin capacidad de "funcionar como una unidad en tiempo real a escala planetaria, caracterizándose por su 'independencia' (...)" ( AMAR, p. 3-4). Ante tales exigencias la realidad regional se fragmenta en el intento de mantenerse como localidad, no logrando, paradójicamente, insertarse en la demanda de la fuerza globalizadora. Sin embargo, quienes participan de la región en tales procesos responden a una minoría, capaz de incluir elementos materiales, pero incapaces por la realidad demográfica que esto implica y por el interés en centralizar la fortuna que de ello se adquiere, de fomentar la difusión de tales elementos en la inmaterialidad cultural.

Respecto al desarrollo regional vemos cómo la vía de acceso es la virtualidad de los subsistemas económicos, caracterizada esta según Lévy por la "desconexión del espacio físico o geográfico y de la temporalidad del calendario ordinario" ( AMAR, p. 7) provocando esto, en palabras de Octavio Ianni, un proceso de desterritorialización y reterritorialización, que termina traduciéndose en una tribalismo que permite abrir la localidad hacia la globalización: "(...) pensar localmente, actuar globalmente" ( WONG - GONZÁLEZ, citado por AMAR, p. 7).

Son pues, vestuarios para este nuevo escenario la ciencia y la tecnologia, ya que con ellos se puede hablar de una desarrollo económico y político para la vía libre en el mundo de la globalización. El medio para tal propósito es el conocimiento que se puede fomentar a través del aprendizaje, el cual debe caracterizarse según Lawson y Lorenz en ser compartido, combinado con otros conocimientos y soportado en una inercia organizacional, donde la incertidumbre propia de los cambios de la sociedad moderna, sea el motor para la constante actualización e innovación que dentro de esta se exige. De esta manera, el concepto de learning region es introducido por la comunidad anglosajona como símbolo de la motivación explícita, y Boisier acuña tres elementos para darle viabilidad a este proyecto en América Latina: importancia de las redes locales soportadas por industrias, una participación de los gobiernos locales y unos canales definidos de comunicación entre quienes participan.

Comprometerse con ello es comprometerse con el desarrollo cultural de la región, siendo de esta manera como se introduce el concepto de región inteligente. Según Boisier, exigiría el ser inteligente en una organización el desarrollo de la innovación, adquisición y transmición de conocimiento, además de la capacidad de adaptarse culturalmente a estas nuevas ideas. En la Región Caribe, para hablar de ello se requeriría un cuerpo cognitivo capaz de distanciarse de los problemas locales de la región y construir una propuesta contextualizada, en aras de lograr que las partes que la conformen se encuentren "coordinadas y en interacción para alcanzar un conjunto de objetivos (...)" (JOHANSEN, citado por AMAR, p. 9). Enmarcados en este proyecto, se sugeriría abrir tres escenarios interactivos:

1. Escenario Contextual: con dos conformantes dialécticos, uno de tipo económico que brinde la oportunidad a una apertura externa a través de la globalización, y el otro de tipo político que brinde la oportunidad de una apertura interna mediante la descentralización. Al factor económico se le define como “el encargado de la producción y distribución de objetos materiales e inmateriales que se espera satisfagan necesidades humanas” (AMAYA, 2001. P. 251). En nuestra realidad, “el subsistema económico colombiano no presenta un funcionamiento adecuado, pues está fundamentado en las rentas, la improducción y con ella la exclusión” (AMAYA, 2001. P. 253).

2. Escenario estratégico: conformado por una modalidad de configuración territorial para determinar una geografía política, y otra modalidad de gestión territorial, que tiene por objeto introducirse en los gobiernos locales como promotora de romper lazos de dependencia, en pro de generar procesos de autonomía regional.

3. Escenario político: construido como soporte del proceso para realizar lo que el autor denomina una conducción territorial el términos políticos como guía, y social como animador. En la publicación de Amaya Pulido se define este escenario como un subsistema, así:

“(…) comprende las instituciones formales (…) y las organizaciones (…) en donde confluyen intereses, existen relaciones de poder y se toman las decisiones que afectan a la totalidad de los ciudadanos” (AMAYA, 2001. P. 567).

De esta manera, podemos ver cómo el análisis regional puede hacerse desde constructos no tradicionales, sino contemporáneos como lo son la electrónico, la informática, las redes y los espacios de flujo, con el objeto de hacer más flexible la culturilización regional en pro de la globalización. Sin embargo, queda un límite que es la falta de un sujeto colectivo regional, cimentada tal posición por la tendencia a no actualizar nuestros elementos inmateriales de la cultura y por haber, en consecuencia, prevalecido en el discurso regional todo tipo de diagnósticos menos de tipo inmaterial cultural y haberse centrado en los orígenes de los procesos de identidad cultural que sólo sirven para perpetuar un provincialismo. Además, desde la propuesta de Amaya Pulido, estos elementos de retraso se ven reforzados por la tendencia del gobierno en su centralización del capital institucional:

“El capital institucional en Colombia es limitado (…) [ya ha] estado en manos de una minoría y siempre han favorecido sus intereses particulares” (AMAYA, 2001. P. 569)

Así, se concluye sobre la hipótesis de atraso cultural de Ogburn que "la región Caribe no ha podido superar su condición de sociedad tradicional (...) [ya que] los elementos inmateriales de su cultura persisten en mantener modelos adaptativos tradicionales que generen un ajuste que indudablemente nos produce un atraso cultural" ( AMAR, p. 13).

Ahora bien, el modelo adaptativo tradicional responde a un factor histórico, que se remonta a la época de la colonización:

“(…) a partir del proceso colonizador la sociedad colombiana adquirió matices característicos; es tradicionalista, agraria, rural, jerárquica, inequitativa, religiosa e individualista, con una lealtad personal hacia las élites (…) La conquista española impuso el poder por la fuerza, creó la cultura de la obediencia, la resignación y, sobre todo, de la aceptación de la desigualdad” (AMAYA, 2001. P. 575, 578).

Con la región Caribe, se está, pues, en deuda de fortalecer su estructura educativa además de dar prevendas a la población vulnerable, en especial a los niños quienes aún siguen falleciendo por causas inconcebibles, típicas de un contexto desigual que no brinda oportunidades a todos los seres humanos, y que se jacta a posteriori de hablar de libertad. Si no hay inversión social en el potencial de los habitantes, no habrá desarrollo. Construir un proyecto comunitario que nos inserte en la globalizacion es el primer paso, y este se logra por vía educativa y fortalecimiento en necesidades básicas, entre ellas, la salud. Caracteriza, entonces, Amaya Pulido a esta estructura como un subsistema, y sobre ella comenta que:

“(…) no [brinda] oportunidades para todos en la transición de la educación básica” (AMAYA, 2001. P. 132).

Ubicar a la región Caribe en un discurso tradicional y no moderno en cuanto a sus elementos inmateriales culturales nos permitirá hacer un diagnóstico veraz con lo que se debe comprometer la estructura educativa de la región. Respecto a la diferencia entre una sociedad tradicional y moderna en aras de caracterizar lo tradicionalista de la región Caribe tenemos que respecto a los principios se pretende perpetuarlos a través de instituciones y tradiciones, respeto al modo de relacionarse socialmente se tiende al individualismo.

“[El] carácter invidualista del colombiano (…) impide la constitución de verdaderas clases con intereses propios” (AMAYA, 2001. P. 579).

Con relación a la tecnología prima la mano de obra, llamada en sus primeros inicios "fuerza trabajadora"; la economía posee un carácter estático, donde el trabajo se divide funcionalmente. Las motivaciones que orientan sus acciones son las necesidades básicas en ordenamiento familiar, siendo por ello su tendencia a vincularse más afectivamente, que racionalmente. La sociedad tradicional está teñida de intereses religiosos, pero paradójicamente estratifica la sociedad. Sus factores demográficos no responden a sus habitantes, habiendo en proporción similar una alta natalidad y mortalidad. El centro típico es la comunidad, y su caracterización es homogénea, facilitando esto los sentimientos de pertenencia que los caracterizan. Existe un temor hacia el cambio, y su sistema de valores es de carácter religioso, dentro del cual se promueve un hombre virtuoso y conservador.


Metodología:

El autor del libro expone su texto de manera deductiva, partiendo de lo general de su idea, desarrollándola en subcomponentes a medida que la presenta. El apoyo en datos estadísticos y en la construcción de teórica de otros autores brinda veracidad en lo que afirma, y le abre el campo para uno poder realizar investigaciones posteriores con fuentes originales.

Bibliografía:

AMAR AMAR, José. La Región Caribe y la hipótesis del retraso cultural. Texto inédito.
AMAYA PULIDO. Colombia, un país por construir. Problemas y retos presentes y futuros: subsistema político. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2001.
BUSHNELL, David. Colombia, una nación a pesar de sí misma: De los tiempos precolombinos a nuestros días. Planeta: Bogotá, 1997.
HABERMAS, Jürgen. Tomado de Revista Ideas y Valores. Universidad Nacional. Bogotá. 1978.

COMENTARIO PERSONAL Y CONCLUSIONES
La investigación como herramienta emancipatoria

Respecto a la historia del pensamiento, debemos dejar claro que la capacidad de mantenerse como observador es un mérito que debe conjugarse con la doble prudencia de saber qué hacer con lo observado, en términos de organización y validación, y por otra parte de comunicación. Ya Habermas en su clásica publicación, Conocimiento e interés nos dejó sentada la labor reflexiva del quehacer investigativo; una labor que integra dos elementos de la naturaleza humana: el interés personal, y el conocimiento que del proceso investigativo resulta, como dos elementos indisolubles.

Por siglos ha sido larga la disputa entre estos dos elementos que en la actualidad parecen reintegrarse, pero si brevemente retomáramos la historia descubriríamos en su interior cómo ambos elementos han dado respuesta conjuntamente a los problemas y motivos de la época.

La época antigua, por ejemplo, nos dejó el legado presocrático, ático y helénico en sus diferentes formas, de la importancia del uso de la razón en nuestro proceso cotidiano, como prebenda de confrontar los temores que proyectábamos al exterior como demonios.

Si echamos un vistazo en el transcurso de la historia del pensamiento descubriremos que cada una, fue guiada, independientemente de la valoración de sus aportes a la ciencia, por su cultura. Cada cultura definía el tipo de conocimiento que deseaba y la manera cómo lo alcanzaría. De esta manera podríamos ver cómo en los presocráticos se caracterizaron por la observación, al ser su interés el arge o principio de la naturaleza. Por otra parte, podemos ver cómo en la Edad Media se desvalorizó en gran medida el interés por la naturaleza, considerándola portadora de lo demoniaco por sus fundamentos neoplatónicos, centrando su interés en la trascendencia de la misma: Dios, quedando vetados como herejes quienes intentaran utilizar la razón para contradecir los fundamentos cristianos. Toda búsqueda de conocimiento era una manera de buscar los significados divinos que se ocultaban a la vista de la naturaleza humana. Si hablamos de la Edad Moderna, terreno que preparó de alguna manera el Renacimiento, vemos cómo el precursor de la misma, Descartes, revalora el interés por el conocimiento racional, pero ya no como los presocráticos, por el hecho de que desacredita los sentidos como medios válidos para tal pretensión, siendo la misma razón la encargada de esta responsabilidad epistemológica. El dualismo cartesiano demarcó aun más la brecha que en la actualidad se busca resarcir, a pesar que permitió el surgimiento de las ciencias, pero unas ciencias, en palabras de Ferro, "sin percipiens", sin sujeto.

Entrando al contexto colombiano, y haciendo alusión al mito de Prometeo, podemos ver cómo éste símbolo se puede asociar con la labor del investigador colombiano, ya que la centralización del gobierno en sus procesos políticos de inversión social la caracterizan como no pertinente; el Estado queda, entonces, simbolizado por los dioses que negaban a los hombres la libertad que significaba poseer el fuego, el reconocimiento de sus capacidades, su identidad nacional, la cual está enraizada en nuestros predecesores precolombinos.

El investigador de nuestra realidad debe, pues, comprometerse a poner su interés personal y su destreza de construir conocimiento al servicio de la identidad nacional, ya que sin ella, las organizaciones hegemónicas constituirán los dioses a los cuales sólo se debe un país con unas brechas sociales que cada vez se profundizan más.

En materia de lo que considero el deber ser del investigador colombiano, con base a lo afirmado anteriormente, veo constituido un credo en torno a tres labores fundamentales, a saber: culturizar las tecnologías que se buscan implementar buscando que éstas, en lugar de ser enemigas del bienestar social, se conviertan en aliadas del mismo:

“En las ciencias empírico-analíticas, el sistema referencial que prejuzga de antemano el sentido de posibles proposiciones de tipo experimental, determina reglas, tanto para la elaboración de teorías como para su control crítico (…) Por tanto un saber empírico – analítico es un saber que hace posible pronosticar” (HABERMAS. 1978. P. 67-68).


Por otra parte, se le demanda crear espacios comunicativos donde se valore el conflicto como una fuente válida para reconocer en las diferencias la riqueza comunitaria; al respecto Martin Buber afirma que la comunidad "no es nunca estado de ánimo [sino] que es siempre sentimiento de una organización".

“Las Ciencias Histórico – hermaneúticas ganan sus conocimientos en un marco metodológico distinto (…) sólo es posible bajo el interés determinante de conservar y ampliar la intersubjetividad en la comprensión orientadora de posibles acciones” (HABERMAS, 1978. P. 69).

Y como si fuera poco debe integrarse en la labor de analizar las conciencias ideológicas que sustentan el quehacer del colombiano en todos sus lugares, con el objeto de deconstruir una identidad que si bien está apropiada en el colombiano, no se es consciente de ella.

“El contexto metodológico que fija el sentido de validez de esta categoría de las proposiciones críticas se mide según el concepto de autoreflexión. Esta libera al sujeto de la dependencia de dominio sedimentado ideológicamente. La autoreflexión está determinada por un interés de conocimiento emancipatorio” (HABERMAS. 1978. P. 70).

Cada una de las responsabilidades están ligadas a mediaciones del hombre y la sociedad. El primero, hace referencia al trabajo, el segundo al lenguaje y el tercero al poder. La labor más importante está enfocada justamente en la capacidad que el investigador tiene en narrar los contenidos de la comunidad que estudia en pro de la emancipación de la misma.

Pensar, observar, sentir, interpretar, integran el quehacer de un investigador en la actual época, pero en nuestro contexto hay que empezar por lo que adolecemos, si deseamos que lo que proyectamos tenga espacio de goce, a saber: nuestra Identidad Nacional. Si bien nuestra formación disciplinaria se fundamenta en modelos europeos y norteamericanos validados universalmente, Colombia debe ser el lugar donde las teorías, en lugar de confirmarse, se deben reescribir, y esta es nuestra labor.

De esta manera, el afán por objetivizar el proceso de investigación de las ciencias sociales, pretendiéndolos validar de igual manera como las ciencias exactas lo hacían, fue borrando los rostros de los sujetos participantes en el proceso investigativo. Desde mi formación disciplinaria de psicólogo y desde mi quehacer social más específicamente, se valora, entonces, al sujeto y/o la comunidad, como quienes validan, llenan de contenidos y facilitan el proceso. Es así como la investigación se convierte en un espacio reflexivo desde el cual se procura tomar distancia para construir oportunidades contextuales para hacer de las crisis momentos precisos de desarrollo.

Son pues, los dos intereses que se conjugan en la labor investigativa propios de un dar respuesta a dos elementos aparentemente irreconciliables: por un lado, la globalización, que empuja al país a una internacionalización de la cual aún no reconoce su papel por la ausencia del factor siguiente, y la identidad nacional, que por la indiferenciación de características que la conforman, no se ha logrado hacerse a su propio proyecto. Las respuestas y las preguntas que de ellas saldrán, permitirá que nuestra labor no carezca de pasión, pero tampoco de contexto.

No hay comentarios: